martes, 8 de enero de 2013

Confesiones tecnológicas pasadas de moda


 Quién lo diría, de la noche a la mañana ha cambiado mi status social. Ayer era un sujeto, diríamos, normal. Hoy amanezco siendo "old fashion" y quizás peligrosamente extravagante, aunque claro que con soñolientas aspiraciones de llegar a convertirme en un "classic" pues uno debe tener sus ambiciones bien reconocidas.

Y todo por una aparente y extrañísima banalidad: Tengo la manía de preferir verte, oírte y sentirte; compartir el espacio y el tiempo contigo en lugar de textear en el iphone.

Esto es, quizás soy de los locos con tendencias suicidas que prefieren las sensaciones extremas tales como, cuando sucede que te veo, recorrer pausadamente cada curvatura de tu silueta, cada pliegue de la ropa, el movimiento de tu cabello y accesorios, el brillo del maquillaje que asentúa aspectos de tu rostro y, por si esto fuera poco, ¡horror!, ubicarte espacialmente en el contexto donde nos encontremos. Y no sólo eso, he de decir que soy quizás tan extremo que disfruto enormemente el aroma que desprende tu piel, ese vaivén de tu perfume con el viento, que parece acercarte o alejarte momentáneamente según el capricho del clima.

Si he de mantener honesta mi línea narrativa, habré de confesar también que soy adicto a las últimas dos terribles perversiones de nuestros días. Hago una pequeña pausa para darme un poco más de valor y continúo... Si, me encanta escuchar tu voz en vivo.... Yo lo sé, es algo tan descabellado en los medios sociales de nuestro tiempo pero, no puedo evitarlo, y hasta tengo la desverguenza (perdón por el desliz pero no encontré las malditas diérisis) de ni siquiera lamentarlo pues me gusta que algo en mi interior se mueve al compás de tu charla, sensaciones que van y vienen con el timbre de tu voz y que hacen que me conmueva de un modo único. Y lo peor, no logro desprenderme de mi conexión favorita, la de sentir directamente tu piel con mis dedos al tomarte de la mano o posar el brazo en tus hombros o cintura, sentir su textura y su calor, que no parecen necesitar de 3G o de "hotspots" de wifi ni LTE.

Qué se puede esperar de un sujeto así. A veces siento que la evolución corrió tan rápido delante de mi que me quedé atrás. Vivo tal vez como el hombre de las cavernas pero ahora me he logrado reconciliar conmigo mismo, vivo confortablemente con el fuego y las pinturas rupestres, los prefiero a la nuevas pantallas táctiles "retina" o "Amoled". Por supuesto, me rehúso tajantemente a ir a recibir atención mental de modo que creo no tener remedio y probablemente ni siquiera lo desee.
Pero no me malentienda mi amable lector, eso no quita que sea completamente un hombre "actual" que acoge de modo entusiasta los signos de nuestra era. Soy cabalmente un fan de esos juguetitos y los disfruto enormemente, hasta simpáticos y prácticos resultan los condenados pero, amén de su enorme utilidad y de su potencial para expandir nuestras esferas laborales y sociales, no me alcanzan para saberte, para "degustarte" y hacerte parte de mi persona, de integrarte cordialmente en el recuerdo, mucho menos en mis sueños.

Por eso quizás, y como Juan Rulfo, hoy me muevo entre los fantasmas de un pasado desactualizado, espectros que requieren con urgencia de sensaciones aterrizadas en una realidad especial, esas memorias sensoriales que acompasan el espíritu y con las que te regreso a la vida cuando no estás. Por eso, y a pesar de contarte estas ominosas confesiones prefiero decir que "Me gustas más cuando te sueño...entonces hago de ti lo que quiero ".

jueves, 9 de agosto de 2012

De redes sociales e información

Si, acepto que soy adepto a las redes sociales. Las entiendo como una potentísima herramienta de nuestra era y algo que, de algún modo, influye notablemente en la manera en la que nos relacionamos unos con otros; sea para cuestiones laborales, familiares, de negocios, política o cualquiero otra cosa que se nos ocurra. Hasta allí, todo bien. Podemos afirmar que hoy, como nunca antes, gozamos de un enorme poderío ganado a fuerza de tecnologías que, dicho sea de paso, son expresión de nuestra notable inventiva como especie. Sólo de pensar la cantidad de mentes que han trabajado en su desarrollo es algo que da vértigo. Lograr poner a disposición de buena parte de la humanidad dispositivos como los teléfonos celulares, servicios como el Internet, conexiones por satélite, etc. ha requerido el esfuerzo de muchas personas, voluntades políticas, reglamentaciones y un sin fín de interacciones profesionales.

Pero es allí, a la hora de hacer uso de ellas, donde al parecer nos hemos hecho bolas. Integrar este nuevo poder de comunicación en nuestra vida no ha resultado un ejercicio tan sencillo como quizás se había imaginado en un principio. Me explico, supongo que muchos creímos que el uso de las redes sociales sería algo casi natural en nosotros por la situación de haber hecho uso de diferentes medios de comunicación con anterioridad, algo así como una extensión de nuestras propias habilidades comunicativas y la necesidad que tenemos de comunicarnos para muchos aspectos de la vida diaria. El advenimiento de la red con su enorme cantidad de servicios para almacenar, publicar y compartir información así como lo accesibles que son ahora los dispositivos para que la información llegue a nosotros es un sueño que, como humanidad, hemos logrado convertir en realidad. Pero, y he aquí el gran tropezón, basta con entrar a facebook o algún otro servicio de carácter social para darnos cuenta que lo que parece abundar allí no es precisamente lo que los desarrolladores de estas redes podrían haber deseado esperar y no sé si alguien lo pudo imaginar.

Por un lado, encontramos lo que los usuarios comunicamos, lo que ofrecemos a los demás a través de las redes sociales. En esta perspectiva, no puedo más que expresar un cierto desencanto. Me encuentro con un flujo interminable de banalidades tales como "mi café está frío", "no puedo dormir", "... ja ja ja ja...", y un larguísimo compendio de trivialidades por el estilo. Mentiría si dijera que todo el mundo hace esto o en todo momento; hay también, por supuesto, posts de interés personal y colectivos que parecen redimir el fenómeno comunicativo. Sin embargo, lo que me sorprende es la subutilización de estos medios con tonterías. Es decir, hablamos de tecnología que reúne teorías e industria de muy alto nivel, inversiones multimillonarias para el desarrollo, manufactura y comercialización de dispositivos y su puesta en operación, y todo ello para decir: "tengo una roncha en el brazo". Si, creo que me indigna un poco ver que en una época en la que gozamos de vías de comunicación que hubieran hecho palidecer de envidia a nuestros antepasados, resulta que parece que no tenemos mucho que decir, una completa ironía.

Tampoco soy partidario de que todo lo que se ponga en las redes deba ser de trascendencia notable, hay chistes, información general, las imágenes, vínculos e información de relación con la familia y amistades; bueno, mucha información que le cambia ocasionalmente el giro al modo de ver el día a día. Pero, así como no todo lo que transita por nuestra mente es relevante, tampoco todo lo que se publica en las redes es significativo. La ventaja de la mente es que no está conectada siempre con el habla y solemos expresar sólo lo que de algún modo tiene sentido para nosotros, pero ese filtro parece no existir en las redes sociales, aún lo que no se dice al hablar parece escribirse en la red como si fuera significativo para los demás lo que te acontece en cada minuto de tu vida. Encuentro "muros" donde se ve una cierta incontinencia verborréica que, visto en conjunto, es aberrante. Da la impresión de que, a modo de analogía, nos viéramos forzados a hablar si tenemos micrófono enfrente aunque no se tenga nada sensato que decir. En este sentido, me parece que no toda información es comunicación, esto es, hay datos pero esos datos pueden ser no significativos para las demás personas, y a veces ni para uno mismo. No obstante, se pone de relieve la vanidosa ilusión, que parece abundar, de creer que nuestra vida es ultra-mega-importante para el resto de la humanidad, cuestión por demás absurda.

Lo anterior parece apuntar a que si bien gozamos de medios de comunicación inimaginables para los que nos antecedieron, esto no significa que hayamos alcanzado un punto de cierta madurez social para comunicarnos de modos más significativos, ni tampoco que tengamos un juicio muy sólido para discernir lo que vale la pena expresar de modo público. En este ámbito, me parece que la educación tiene un enorme reto aquí, pues habremos de aprender nuevas formas de convivencia y expresión con el  inevitable uso de las redes sociales.

Por otro lado, y como segunda cuestión, nos vemos sometidos a la novedosa situación de contar con información sobreabundante sobre casi cualquier cosa en la palma de la mano y al instante. De suyo esto puede ser muy bueno cuando hemos de resolver problemas o tomar decisiones informadas y es algo que me parece fascinante, casi mágico, quizás por ser parte de una generación en la cual conseguir la información pertinente y valiosa para lo que fuera que uno trajera entre las manos, resultaba medianamente complejo. Y ver ahora la increíble faacilidad para acceder a la información no deja de sorprenderme. Pero esto ha traído también consecuencias inesperadas y que me parecen no deseables: Es fácil caer en una suerte de adicción a la información. El advenimiento de los hiperlinks es una herramienta clave para un sin fin de intereses pero, a su vez, son siempre una vía para perseguir información interesante que pueda ya no ser pertinente para lo que estamos haciendo. Me parece que diariamente hacemos una especie de lucha interna, cuando navegamos por la red, entre lo interesante y lo pertinente. O me van a decir ustedes que jamás, buscando algo para su trabajo o necesidad informativa, se han desviado con algo interesante aunque impertinente y han terminado viendo fotos de osos pandas en China o algo por el estilo.

Me encontré un interesante artículo sobre estas cuestiones (http://www.informationdiet.com/), y me gustó que, en líneas generales, ayudara a ver que la abundancia de información no es el problema, pues el hecho de que esté allí, en la red, no obliga a que la miremos. El problema es de consumo, esto es, que parece que "consumir" información de modo indiscriminado no nos resulta muy útil además de que nos puede causar adicción. La apariencia de estar informándose contínuamente da una sensación de que está uno educándose o haciendo algo valioso cuando busca uno información pero, cuando dicha información, aunque interesante, no tenga nada que ver con lo que necesitamos o hemos de hacer, pues quita tiempo e impide concentrarnos en lo que debemos hacer. Consumir información que no tiene sentido para nuestra vida, deberes y necesidades es un problema serio. De allí la necesidad de hacer lo mismo que hacemos ahora con nuestra alimentación. Seleccionar la información que efectivamente nos "alimente" y abandonar la información "chatarra", en suma: evitar el "sobreconsumo". No me parece una mala idea...


domingo, 6 de mayo de 2012

Cambios tecnológicos... El correo


 Es un domingo por la mañana, todo a gusto y comienza la canción de The Carpenters: Postman, de 1975. Esto me llevó a recordar una realidad prácticamente inexistente en nuestros días, donde las comunicaciones personales incluían el correo físico como parte de los modos de mantener en contacto a las personas. Veamos...


Hoy por hoy, es innegable que contar con el correo electrónico, y otros medios más sociales, es una ventaja notable para mantener la vigencia del contacto entre personas. Y digo vigencia porque éste es el punto central de este post. Mantenernos en contacto con nuestros seres queridos es algo que ha existido a lo largo de toda la historia de la humanidad. Sin embargo, el medio para hacerlo ha variado mucho desde los tiempos antiguos y eso ha afectado escencialmente la manera en la que valoramos ese estar en contacto entre nosotros.



Hace apenas unas décadas, aún con la existencia del teléfono, el correo físico era un medio privilegiado, y lo era por lo siguiente: escribir una carta requiere de tiempo. Justamente, el tiempo dedicado a escribir una carta implicaba pensarla con antelación, cada párrafo. Nos invitaba a pensar detenidamente la idea que queríamos expresar, inyectar a cada frase un cúmulo de ideas y sentimientos, de un modo tal, que exigiera al destinatario dedicación en la lectura, tanto tiempo como fuera posible. Era un modo de permanecer unidos mientras la carta era leída, atrapar al lector en nuestra memoria, llevarlo a compartir con nosotros detalles relevantes en nuestra vida y por ello, mantenerse unidos. Una carta era realmente una extensión de nosotros mismos.



Por otro lado, era importante saber que, una vez que la carta se ponía en su sobre y se depositaba en el buzón no había vuelta atrás. Pasarían una, dos o tres semanas para que el destinatario la recibiera. La ansiedad de la espera o la sorpresa de recibir una carta tenían que ser retribuídas con un buen contenido, significativo, de un cierto peso. Por eso, el remitente se esmeraba tanto, cuidaba su letra, su ortografía, y las frases que eran, literalmente, elementos con los que sería identificado y reconocido. Es por eso, que cuando uno escribía una carta, omitía los detalles banales de nuestra vida cotidiana que serían intrascendentes para cuando el destinatario la recibiera, se escribía sólo aquello que, de algún modo, permanecía en nuestro interior como algo que era significativo.



Todo esto, se debía en parte al transcurrir del tiempo. Es decir, con un intervalo tan largo de tiempo entre enviar la carta y recibirla, las consecuencias de una mala carta eran difíciles de remediar o percatarse de que faltó incluir algo importante se tornaba en una inquietud que crecía con los días.



Con el advenimiento del correo electrónico, twitter, facebook y demás medios sociales, el tiempo necesario para mantener esa vigencia en la comunicación se ha reducido tanto que prácticamente podemos hablar de inmediatez. Mis seres queridos pueden estar al tanto de mis actividades, pensamientos y sentimientos casi en el mismo momento en que ocurren. No puedo quejarme de semejantes maravillas, pero tambien es cierto que hay un precio alto que hemos pagado por esas bondades.



La inmediatez en las comunicaciones se ha cobrado con los detalles de nuestras ideas y sentimientos, que suelen perderse precisamente por la velocidad. Esto es, el carácter impersonal de los medios electrónicos y su inmediatez facilitan que ideas y sentimientos sean reducidos a un mero transmitir información, información que se desnuda del cariño, de las intenciones, de las sugerencias implíscitas en las ideas enviadas. Sin duda, la relación entre enamorados, por poner un ejemplo, ha cambiado notablemente. Antes, "amor de lejos era de pen...sarse" y hoy cambia toda la situación.



Hoy la inmediatez nos ha invitado a presentarnos a los otros con lo más cotidiano, a veces completamente banal e irrelevante, y pocas veces se comparte y expresa lo que es realmente trascendente para nosotros. Así pues, parece que uno de los precios que hemos pagado por la inmediatez en las comunicaciones es una falta de sustancia en lo dicho o mostrado, como un juego un tanto perverso en el que la inflormación es mucha y fluye sin descanso de una máquina a otra pero, carente de contenido relevante, sin peso. Pareciera que en ocasiones la base de nuestra comunicación con los seres queridos es nuestra vida cotidiana convertida realmente en Spam en información inútil y carente de sentimientos. La ansiedad de la espera, de antaño, se ha trasladado a una ansiedad de no saber qué pasa con los otros en este preciso instante, y aunque puede no estar sucediendo nada relevante, la ansiedad persiste.

Podemos escribir un correo sin pensar mucho puesto que si después notamos un error o que falta información, podemos escribir otro donde arreglamos la situación. De ese modo, recibimos mucha información relevante no en un sólo correo sino en varios, a pedazos, donde hay que ir reuniendo las piezas cruciales de información, las significativas, para finalmente tener la idea completa. Simplemente esto me parece raro.



No obstante, no cabe duda que me divierto con el face, con este mismo blog que puedo editar en cualquier momento... Si, sin duda es una época donde la información, aquello que expresa nuestras ideas y sentimientos, es muy diferente, con sus ventajas muy claras pero con una oscuridad que debe ser tambien develada pues finalmente se trata de nosotro mismos y la manera en la que nos compartimos unos con otros.



M. Salles.

jueves, 3 de mayo de 2012

Introducción a Nuestras Huellas


 Usaré este blog como un espacio para capturar y expresar esas ideas e intuiciones que creo que tenemos todas las personas de vez en cuando; durante el trabajo, la convivencia con la familia o los amigos, mientras conducimos a casa o esperamos nuestro transporte en alguna terminal. Me refiero a esos pensamientos inacabados que ocasionalmente parecen irrumpir en nuestra cabeza y que reclaman nuestra atención, pero que luego son deshechados tan rápidamente como aparecen por aquello que consideramos como lo "importante", lo "necesario" o lo inmediato.

Me interesa intentar recuperar eso que transita fugazmente por nuestra mente y nuestro corazón pero que solemos dejar escapar por no ser aparentemente de utilidad para nuestra vida y que, no obstante, estoy convencido de que juega un papel fundamental en ella a pesar de su supuesta intrascendencia.


Con este blog quiero ensayar una extraña pretensión: la de escribir sobre mi, sobre esas ideas sueltas y fugaces aparentemente únicas, y hasta bobas, para hablar sobre todos nosotros, en la creencia de que esas ideas sueltas no son tan únicas ni tan bobas sino que surgen del interior de todo ser humano y que, por ello, nos unifican y permiten que nos reconozcamos unos a otros a pesar de realizar actividades tan variadas y a veces creer en cosas muy diferentes.


La intuición es que si bien consideramos que cada uno de nosotros es único, y creo que si, al mismo tiempo nos reconocemos gracias a que compartimos un todo, nuestro mundo. La expresión que por el momento se ajusta mejor a esta intuición sería: soy porque somos tanto como que somos porque soy.


Lo que iré mostrando en este espacio representará, a veces, un ejercicio crítico y en otras ocasiones la racionalidad brillará por su ausencia. No obstante, nada carecerá de sentido, o al menos así lo intentaré. Por ello, he incorporado mi línea de twitter, y un espacio para mostrar fotos de Instagram. Todo juega como parte de ese intento por encontrar el sentido de nuestro carácter humano en la fugacidad de lo aparentemente irrelevante. Se requiere una completa libertad, romper las ataduras de la formalidad e incursionar de vez en vez también en lo absurdo, como parte irrenunciable de eso que somos.


Espero que en sus comentarios, seguimiento y participación veamos si podemos atraparnos a nosotros mismos e identificarnos con lo que aquí se plasme.


M. Salles.


lunes, 30 de abril de 2012

Fragilidad


¿Quién dijo que la vida es frágil?
Más bien la fragilidad, como las trepadoras,
Se enraiza en el tronco de la muerte,
Vive de ella
Se alimenta de su sábila
Hasta el punto de dejarla inmóvil,
Estática
Condenada a contemplar la vida.
Lo humano, que se cree un simple expectador de esta escena,
Se convierte, sin darse cuenta, en un campo de batalla
En donde la vida se reproduce a sí misma,
En donde la muerte lucha por mantenerse muerte
Abrazada hasta la asfixia.
Sin más, la vida reclama para sí lo humano
Mientras que lo humano
Secretamente anhela algo más
Quizá por ello y a hurtadillas, como un roedor,
De a poco, troza las guías de la fragilidad
Aunque se contamine por su esencia.
Pobre humano, infectado hasta la médula
Por la fragilidad, se entiende al fin
Como lo que es:
Un arrebato de vida
Un anhelo de muerte.
Pero…no fueron la vida, la muerte
O la fragilidad quienes lo hicieron ser
Lo que es.
El amor, tal vez…de ser así
No habrá descanzo
Hasta fundirse con él en un abrazo
Y más allá de la vida, la muerte y la fragilidad
Se convertirá en el rabillo de esperanza
Que se cuela en todo suspiro.
Y…mientras la vida reclama lo humano,
Lo humano no se conforma con la vida
Quiere acaso tocar lo divino
Quiere acaso saber que lo humano
Nunca muere.
Y…mientras lo humano reclama para sí la muerte,
Ve en la fragilidad la posibilidad de reencontrarse
Con quien despertó lo humano en él.
M. Salles.

Mi original se encuentra en: http://vitascire.org/archives/51
Derechos reservados.

Icaro


Dinos Ícaro: ¿Qué te hizo elevarte
hasta tocar el Sol
para después volver
atesorando el secreto de la savia
con tus alas quemadas
tus recuerdos hechos humo
y éstas ganas
de disfrutar los pequeños placeres
que en tu nombre
pudimos arrebatarle a la vida?
Dinos cómo entender
¿Por qué sonreiste cuando las cenizas de tus alas nos cubrieron?
Porque así
enterrados bajo tus escombros
tu resurrección nos duele más que tu muerte.
Y esta extraña paz de verte así
con un residuo de vida latiendo entre nosotros
nos atraviesa el corazón
y nos hace optar por recordarte
cuando parado frente al mar
observabas
en el ocaso
cómo se desdibuja
la sombra del vuelo de un ave
entre la arena.
M. Salles

Mi original se encuentra en: http://vitascire.org/archives/99
Derechos reservados.

Sombra


La extraña paz de saberte así,
con un residuo de vida latiendo en este espacio
entre tú y nosotros,
se vuelve humo en los recuerdos
Y se vuelve humo
porque cuando optamos por recordarte
buscando tu sombra frente al mar,
aceptamos vivir contigo y por ti
ésta miserable circunstancia que te tiene
tendido,
dormido,
distante…
sin sombra,
sin luz,
sin playa.
La cuestión es que nos carcome no saber
cómo convencer a tu sombra
de seguir tus pasos,
no acertar en cómo convocar al eco de tus palabras
para que resuenen entre nosotros
y den tregua a esta injusta necesidad
de que seas tú quien nos consuele.
M. Salles

Mi original se encuentra en: http://vitascire.org/archives/112
Derechos reservados.